Adam
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Abla regenta una humilde pastelería en su propia vivienda de Casablanca, donde vive sola con Warda, su hija de 8 años. Su rutina, dictada por el trabajo y las labores domésticas, se ve un día interrumpida cuando alguien llama a su puerta. Se trata de Samia, una joven embarazada que busca empleo y techo. A la pequeña le atrae la recién llegada desde el primer momento, pero la madre se opone inicialmente a acoger a la extraña en su casa. Poco a poco, sin embargo, la determinación de Abla va cediendo y la llegada de Samia les abre a las tres la posibilidad de una nueva vida.