Frank Bigelow irrumpe en la jefatura de policía para denunciar que ha sido víctima de un asesinato. Al principio, el Comisario Jefe cree que se trata de un loco. Sin embargo, a medida que Bigelow va relatando los hechos, se da cuenta de que la historia es totalmente coherente y, si es cierta, un asesino anda suelto.

Un joven médico que se toma un descanso del trabajo recibe un disparo en la cabeza y la policía no puede encontrar ni siquiera una pista sobre un posible motivo. El inspector Al Gordon (John Alexander) decide que tiene que poner a algunos hombres de guardia en el hospital, y uno de ellos es Fred Rowan (Richard Conte), un detective con experiencia como médico del ejército, haciéndose pasar por un interno. Lo que Rowan encuentra es un mundo de alta presión en el que los pasantes se ven irremediablemente limitados por el tiempo, el sueño, la energía y, sobre todo, el dinero, y caminan sobre una delgada línea al borde del desastre personal y profesional.